El Fósil de López recopila vestigios de un incierto devenir donde el cacao Arriba o Pepa de Oro es epicentro de un gran descubrimiento realizado por el mítico arqueólogo López. Gabriela Rivadeneira y Hugo Idrovo nos muestran un acervo de documentos, imágenes y piezas, minuciosamente desempolvadas, para homenajear al personaje que rompió con una tradición histórica que durante siglos formó parte de la cultura ecuatoriana.
Texto introductorio
Años después de la última Guerra Mundial, el arqueólogo López emprendió su última aventura en Galápagos. Lideraba a su equipo por cumbres de la isla San Cristóbal cuando encontró una mazorca de cacao nítidamente grabada en roca de basalto. Con este hallazgo comprobó su teoría de que habitantes del pasado habían conseguido salvar semillas de este precioso fruto y domesticarlo en las islas. En el sitio también afloró una gran variedad de fósiles y restos de un yacimiento humano otrora lleno de actividad y prosperidad económica.
Sometido a análisis de paleogenética, el fósil de cacao encontrado por López coincidía en su composición con unos fragmentos que, décadas atrás, arqueólogos submarinos de la Grand Académie de la Recherche Scientifique, encontraran bajo las aguas del río Guayas, entre ruinas de la antigua ciudad de Guayaquil. Pertenecían a la mítica variedad de cacao conocida como Arriba o Pepa de Oro.
Esta exposición reúne piezas clave cedidas temporalmente por el Ministerio de Arqueología Económica y el Museo Etnográfico y Numismático de la Nación, así como documentos pertenecientes a la Fundación López & Herederos. De esta manera, junto a la comunidad científica internacional, hacemos un reconocimiento póstumo a la labor y pensamiento del arqueólogo López, quien afirmaba que “a todo aquello capaz de existir de modo complementario debe atribuírsele un valor vigoroso en su tejido cultural y generacional, para que la urdimbre resultante reafirme la simbiosis que hay entre mito, historia y arte”.
Gracias a un proceso sostenido de investigación colaborativa hoy sale a la luz aquello que una vez fuera calificado como “mito histórico cultural”. Tratar con sensibilidad artística a objetos que, por su significación, estarían más a tono con la aséptica ciencia que con el espíritu socrático es un llamado a reconocer que ninguna evidencia, por más abrumadora que sea, es capaz de revelar toda la verdad.